sábado, 17 de diciembre de 2011


Alegría

“…la luna en el mar riela…”
Espronceda
  
He perdido la alegría
y la busco por los rincones,
en los cajones del alma,
en la risa contagiosa
de dos niños que corretean
ajenos, en sus impulsos,
al devenir cotidiano
que se arrastra con parsimonia
terca, como una niebla viscosa,
en este invierno de mi existencia.

Ser hijo de un Tritón
y una Selene mediterráneos
pesa en el ánimo.
¿Cómo evocar cada día
la imagen del sol del solsticio
bañando las olas del mar
que besan con mansedumbre
una costa herida de amor
por el viento y el propio mar
en sus perennes devaneos?

Y llega ese momento doloroso,
en el que recuerdas con nostalgia
las conversaciones a la luz tenue
de la brasa de un cigarrillo,
o de esa guitarra quejosa
que tañe su melodía
a impulsos de la marea
dejando notas que acompasan
el baile de la luna
que hace brillar la playa
de una juventud gloriosa,
de aquella primavera lata
que nunca debió acabar,
pero que anunció su fin
en la plata de mis sienes,
con un regusto de sal
que el mar dejó en mi boca
cuando cantaba a tu talle
de sirena juguetona.

Y me preguntas porqué
me resisto a celebrar
cumpleaños y aniversarios,
efemérides varias que recuerdan,
vano empeño, que la vida pasa,
a mi pesar, por momentos no gozosos
que una tormenta invernal
ha puesto de manifiesto,
para traerme un disgusto
y cantar a la tristeza,
cuando mi espíritu natural
es cantar a la alegría,
de vivir … en cualquier caso.


Entre Tenerife y Madrid a 10.000 metros de altura sobre el Atlántico, 15 de diciembre de 2011