miércoles, 11 de junio de 2014

Anatomía de un beso




Mis ojos se posan en los tuyos
y se pierden en tus pupilas
sintiendo relámpagos de pasión.
Una atracción planetaria nos acerca
y nos movemos a impulsos
de nuestros acelerados corazones
mientras se sonrojan nuestros rostros.
Veo en el tuyo pétalos de rosa
y mis dedos discurren
por la seda de tus mejillas.
Me entretengo en la comisura
de tus labios dibujados en grana,
que se estremecen trémulos
en la caricia y se entreabren ávidos
de otro contacto más posesivo.
Posada la mirada en el infinito
nuestros labios se acercan premiosos
y se rozan suavemente,
mariposas que aletean tímidas
recorriendo la geografía tibia
de las fronteras entreabiertas
de nuestras bocas hambrientas.
Unimos nuestros alientos
que arden al unísono
en melodía abrasadora
y se mezclan en aroma dulce
cargado de feromonas,
preludio de un choque de trenes
de naturaleza incruenta
que arrasa tu cuidado carmín
y emborrona mi periferia.
Mordiscos tiernos, suaves toques
se suceden sin transición aparente
en baile algo frenético
de reconocimiento mutuo.
Mi lengua, sedienta de tu saliva,
se abre paso entre la muralla
de afilados marfiles
que pugnan por aprisionar mi carne
mientras la tuya trata de recorrer
en paseo triunfal mi húmeda caverna.
Ahora nuestras sangres son una
que circula de ti a mi,
de mis venas a las tuyas
en fluir continuo alimentado por la pasión
de dos corazones fundidos
por la lava de nuestras salivas
mezcladas en este beso devastador
que une nuestros labios y nuestros cuerpos
preludiando una danza de amor profano.



Las Rozas, 11 de junio de 2014


lunes, 2 de junio de 2014

Me gusta



Me gusta mirarme en tus ojos
y tu mirada en los míos
sentirte en mis pulsos
escucharte en tus silencios,
siluetear tu figura
con las yemas de mis dedos,
dibujarte a ciegas,
imaginarte en mis sueños
y estar presente en los tuyos,
sentirte de mi cercana
presentirte cuando estás lejana,
imaginarte de la mano
paseando el atardecer,
contando los guijarros del camino
observando las flores palidecer,
esperar que la luna nos ilumine
sentados en la hierba
escuchando el anochecer
que se cierne alrededor
de nuestras figuras desvaídas
mientras, con la razón
negamos los sentimientos
de una entelequia inocente, 
producto de la sinrazón
de nuestro caos evidente
surgido de la desazón
que el devenir cotidiano
nos depara de rondón.
Así que esos momentos 
del tu y yo confidentes
son como un remanso
de las aguas turbulentas
de nuestras vidas aciagas.
Me gusta la serenidad
de tu presencia en mi vida
aunque no vaya más allá
de suspiros inocentes
sin pasiones desatadas
ni desórdenes cardíacos,
limitándonos a compartir
hierba, luna y el caminar
de nuestro común anochecer...